El birrete blanco

El cuento de El Pájaro de oro es una historia escrita por los Hermanos Grimm que nos habla de muchísimos valores, pero sobre todo de la importancia de seguir ciertos consejos y no desobedecer. Es un cuento largo, pero merece la pena. Además, más abajo encontrarás reflexiones sobre los mensajes que transmite.
Cuento ‘El pájaro de oro’Había una vez un rey que tenía en el jardín de su castillo un precioso manzano. Pero se dio cuenta de que alguien le estaba robando manzanas por las noches, así que le encargó a sus tres hijos vigilarlo.
– Hijos, alguien me roba las manzanas y quiero apresarlo. Necesito que descubráis al ladrón- les dijo.
El hermano mayor intentó vigilar, pero le pudo el sueño y se durmió. Al hermano mediano le pasó lo mismo. Y al final, el tercer hermano, en quien su padre el rey apenas confiaba, logró quedarse despierto y vio cómo un pájaro dorado llegaba hasta el manzano y se hacía con los frutos.
El joven logró disparar una de sus flechas, pero solo consiguió arrancarle una pluma. Al acercarse para recogerla, se llevó una buena sorpresa:
– ¡Es una pluma de oro!- gritó emocionado.
El rey, al ver aquello, decidió que debía apresar a ese maravilloso pájaro de oro.
– Oh, ¡qué maravilla! ¡Todo él será de oro!- dijo el rey- Necesito que vayáis a por él y me lo traigáis.
Primero mandó al hijo más mayor. A mitad de camino se encontró con un zorro que le dijo:
– Por favor, no me mates y te daré un consejo: Escoge la peor posada, nunca la más cómoda.
– Pero… ¿qué dices? ¿Qué clase de mentiras dice este animal?
El joven no le creyó y disparó, pero falló el disparo. Y poco después se encontró con una primera posada llena de lujos y comodidades, se olvidó del consejo del zorro y se quedó allí. Y lo mismo pasó con el hijo mediano, que tampoco creyó al zorro y decidió quedarse en la posada en donde estaban celebrando una gran fiesta.
A pesar de las dudas del rey, el más joven de los hermanos partió en busca del pájaro. Y cuando se encontró con el zorro, le dijo:
– No te preocupes, zorro, no te haré daño.
– Oh, muchas gracias- respondió el animal muy agradecido- Sube encima de mí y te llevaré hasta un lugar seguro.
El chico le hizo caso y el zorro le llevó hasta una humilde posada, en donde el joven pasó una noche muy tranquila. Al día siguiente, el zorro le dijo:
– Te diré lo que debes hacer: te llevaré al palacio dorado. La entrada está custodiada por soldados, pero están dormidos, así que pasa entre ellos sin miedo y avanza hasta una estancia pequeña en donde verás al pájaro de oro en una jaula de madera. Al lado hay una jaula de oro de adorno. No cambies al pájaro de jaula o lo pasarás mal…
El zorro le llevó hasta al palacio y el joven hizo lo que le dijo. Al llegar a la habitación en donde estaba el pájaro de oro, vio las manzanas que había robado a su lado. Pero antes de irse, decidió que un pájaro tan hermoso no podía estar encerrado en una jaula tan fea… y le cambió a la jaula de oro.
En ese momento, el pájaro comenzó a chillar y los guardias se despertaron. Apresaron al príncipe y el rey decidió condenarlo a muerte. Sin embargo, sentía algo de lástima y pensó en darle una oportunidad:
– Te perdonaré si consigues traerme un caballo de oro. Te daré además el pájaro de oro si lo consigues.
El príncipe suspiró: ¿dónde encontraría un caballo de oro? Por suerte, al salir del palacio se encontró con la zorra.
– Yo sé dónde puedes encontrarlo. Te llevaré hasta allí, pero esta vez debes hacerme caso… ¡no le cambies la montura de cuero por una de oro o lo pasarás mal!
El joven asintió y montado en el zorro, llegó hasta la cuadra de un enorme castillo en donde los vigilantes dormían. El joven se acercó al caballo de oro, pero al ver a montura de cuero, pensó:
– ¿Cómo voy a llevar al rey un caballo de oro con la montura de cuero?
Así que decidió cambiarla por la de oro. En ese momento, el caballo relinchó con estrépito y los guardias se despertaron, apresaron al joven y le llevaron ante su rey, quien le dijo:
– Debería condenarte a muerte… pero te propondré algo: cerca hay un castillo de oro y en él habita un rey con una bella princesa… si me traes a la princesa, te perdonaré la vida.
El joven estaba desesperado:
– ¿Cómo lo haré? ¡Me detendrán por secuestrarla!
El zorro de nuevo le dijo:
– ¡Me desobedeciste de nuevo! ¿Has visto qué sucedió? Pero tú me perdonaste la vida… y volveré a ayudarte. Te llevaré hasta ese castillo y cuando anochezca, la joven saldrá un momento a respirar aire fresco. En ese momento debes darla un beso y llevártela contigo. Y… ¡no dejes que se despida de sus padres!
El joven, agradecido, asintió, y dejó que el zorro le llevara hasta el castillo de oro.
El chico hizo todo lo que le dijo el zorro, y la joven, sorprendida ante el beso, le dijo:
– Oh, me iré contigo, pero por favor, deja que me despida de mis padres.
El joven, movido por la compasión, dejó que lo hiciera, y el rey al despertarse, apresó al joven.
– Bien, debería matarte por lo que has hecho, pero en vista de que eres un chico valiente, te perdonaré la vida si consigues mover la pequeña colina que hay junto al castillo y me tapa todas las vistas. Te doy ocho días para hacerlo y si lo consigues, tendrás la mano de mi hija.
El joven no sabía cómo lograr aquello, pero se puso manos a la obra y comenzó a cavar y a retirar tierra sin descanso, día y noche.
«¡Me desobedeciste de nuevo! ¿Has visto qué sucedió? Pero tú me perdonaste la vida… y volveré a ayudarte».
(El pájaro de oro)
Al séptimo día el joven estaba desmoralizado… ¡no podría conseguir aquella prueba! Pero entonces se presentó de nuevo el zorro y le dijo:
– No debería ayudarte más, porque no obedeces mis consejos.. pero me da pena y te ayudaré.
El zorro le ayudó y movió por él la colina. El rey al ver aquello, le entregó la mano de su hija.
– Espera- le dijo el zorro al príncipe- Puedes conseguir todo lo que te prometieron…
– ¿Cómo?- preguntó entonces el joven.
– Debes llevar a la princesa al castillo del caballo de oro. El rey te dará el caballo. Al despedirte de ellos, deja a la princesa para el final… le tiendes la mano y ella montará contigo. Saldréis galopando de allí…
El joven hizo lo que le dijo el zorro y todo salió a la perfección.
– Ahora- dijo el zorro– debes ir al palacio del pájaro de oro. Antes de llegar, la princesa debe bajar del caballo y esperar fuera. Entrega el caballo al rey y te dará el pájaro de oro. Antes de salir, sube de un golpe al caballo, recoge a la princesa y sal corriendo hacia el bosque.
Y así lo hizo el joven y todo volvió a salir bien.
– Oh- dijo el príncipe- No sé cómo puedo agradecerte todo esto…
– Necesito que me mates y cortes mis patas- le dijo entonces el zorro.
– Oh, ¡no! ¡No puedo hacer eso!
– Lo harás- dijo el zorro- pero antes te daré un último consejo: nunca compres carne de ahorcado y no te sientes al borde de un pozo.
– ¿Y por qué habría de hacer eso?- dijo extrañado el príncipe.
El joven siguió andando y se encontró con unos hombres que iban a ahorcar a dos jóvenes. ¡Eran sus hermanos! Decidió pagar a aquellos hombres para que no lo hicieran. Pero, lejos de agradecérselo, sus hermanos, al ver todo lo que el joven había conseguido, aprovecharon que se asomó a un pozo, para tirarle allí de un empujón y volver a su hogar con todas sus pertenencias.
El rey felicitó a los jóvenes, pensando que habían sido ellos los que habían conseguido el pájaro de oro, el caballo de oro y la princesa. Pero el caballo no quería comer, el pájaro no quería cantar y la princesa estaba callada y triste…
Afortunadamente el príncipe no estaba muerto. El pozo estaba seco y el zorro consiguió ayudarle a salir.
– Oh- dijo el zorro- ten cuidado al llegar al castillo de tu padre, porque tus hermanos han colocado guardianes con la orden de matarte en cuanto llegues.
El joven entonces pensó en cambiar sus ropas por las de un mendigo que encontró por el camino. Al llegar al castillo, nadie le reconoció, pero el caballo comenzó a comer, el pájaro a cantar y la princesa de pronto se sintió feliz.
– No sé qué me sucede- dijo la princesa- es como si hubiera regresado mi verdadero esposo.
El rey entonces mandó llamar a todos los hombres del castillo. También se presentó su hijo menor vestido de mendigo. No le reconoció nadie, menos la princesa, que se lanzó a su cuello llena de alegría.
El rey entonces lo descubrió todo, mandó encerrar a los hijos mayores.
Días después el joven se encontró con el zorro en el bosque:
– Ya lo recuperaste todo- debes hacer lo que te pedí.
Y con todo el dolor de su corazón, el joven mató al zorro. En ese momento, se transformó en un apuesto joven: ¡era el hermano de la princesa! Había sido encantado y él acababa de romper el hechizo.
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